Queridos compañeros y compañeras de profesión,
Hace unos días recibí el siguiente correo procedente de Ediciones Everest:
Estimado Arenal*:
Hemos estado analizando tus condiciones tras nuestra conversación
telefónica, referente a la ilustración de las LEYENDAS DE ÁFRICA que te
comenté. Se trata de un proyecto conjunto, en el que intervienen otros tres
ilustradores que han aceptado la propuesta inicial, por lo que nos gustaría
mantenerla.
Te agradezco mucho que hayas considerado nuestra propuesta y tu amabilidad. Tomo nota de tus condiciones de trabajo y estoy segura de que en breve volveré a contactar contigo con un proyecto adaptado a tus características.
Muchas gracias por todo y un cordial saludo,
Como veis se trata de un educado rechazo a las condiciones que yo planteé para realizar un encargo que consistía en Ilustrar una serie de ocho libros (esas LEYENDAS DE ÁFRICA) que formarán parte de una colección de leyendas del mundo. Cada libro tendrá entre 8 y 10 ilustraciones, algunas a doble página .Everest ofrecía un presupuesto cerrado de 1.000 euros por libro.
Mi contrapropuesta fue no tanto de cifras-eso lo dejé ingenuamente para luego- sino de criterios : no trabajo con presupuestos cerrados y pido siempre fórmulas de pago proporcionales, sea en forma de royaltis o de tantos alzados contra una determinada tirada. Estas fórmulas no son una manía personal –mis “condiciones de trabajo” como dice la carta- sino una exigencia de todas las normativas de protección del derecho de autor en el mundo civilizado, entre ellas la Ley de Propiedad intelectual vigente en España. Tales normas y leyes obligan a que la remuneración de los autores sea proporcional a la utilización o explotación de su obra.
A estas alturas no me sorprende nada que Ediciones Everest ignore esos principios, porque es así como actúan la mayoría de editoriales españolas cuando pueden o se las deja. Lo que me duele es que los motivos de la editorial para rechazar mi propuesta sean ese real o supuesto acuerdo con las condiciones de la editorial, por parte de los demás ilustradores o ilustradoras que participan en el proyecto
Es posible que Everest no haya sido del todo veraz en la forma de exponer las cosas. Pero si lo ha sido no estaría de más que hubiera una reflexión a fondo sobre nuestras obligaciones profesionales. Es muy frecuente oir en nuestro medio el “esto es lo que hay”, como si esa degradación cada vez más acentuada de las condiciones de trabajo fuese un meteoro atmosférico y no tuviera nada que ver con nuestra actitud.
Me hago mucho cargo de lo difícil que está la vida porque también lo es para mi . También comprendo que en algunos casos hay carencia de información. Pero sé que hay ciertos límites a las concesiones y esos límites se sitúan ahí donde se nos arrebata nuestra dignidad profesional. Si ni siquiera somos capaces de hacer valer la ley cuando nos favorece, mucho me temo que lo que hoy son 1.000 euros a fondo perdido, mañana serán 750 y pasado 500…y siempre habrá quién con toda la razón diga “esto es lo que hay”.
También creo que la falta de información es muy relativa. En los últimos años se ha hecho desde las asociaciones y desde VEGAP un esfuerzo enorme para difundir el conocimiento de nuestros derechos mediante todo tipo de publicaciones. Seguramente se puede hacer más, pero también es cierto que cada profesional debería dedicar un tiempo a informarse sobre su entorno al menos con el mismo interés que dedicamos al manejo de un programa informático o a cualquier otra herramienta de trabajo.
Espero que entre todos y todas vayamos creando una situación distinta a la actual, en la que el trabajo dependa exclusivamente de la capacidad profesional, de la idoneidad de nuestra obra, de nuestra capacidad den gustar al público, de nuestro talento si se quiere…en fin de todo aquello que no sea nuestra capacidad de aceptar lo inaceptable.
Os agradezco muchísimo vuestra atención.
Un cordial saludo
Arnal Ballester
* supongo que se trata de una errata, pero he preferido reproducir la carta íntegramente
24.3.05
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