A veces aunque tengas todos los motivos para sentirte mal; dolor de garganta, el fin de un largo fin de semana, la soledad capitalina de nuevo, amigos en mala situación, día nublado... pues eso que a veces aun así, o precisamente por eso te fijas en las cosas buenas, en esos momentos mágicos.
La luz del flexo de escritorio tan hogareña y cálida como una chimenea, el punteo de Django Reindhart y el violín de Stéphane Grapelli, la sensación de estar en una ilustración conservadora pero amable de Rockwell frente a la común y contemporánea sensación de alienación más propia de Hopper, o Clowes... El placer del dibujo, en la mesa, con el lápiz, o frente a la pantalla con la tableta, buscando, jugando.
A veces se me olvida que me gusta dibujar, pero solo por los momentos en los que lo recuerdo ya merece la pena.
Una gata con botas me regaló unas ceras y es raro. La gente sabe que soy un esclavo del pixel y nadie me regala nada que me pueda manchar. Y aquí estoy yo jugando y probando... no es gran cosa el dibujo, pero tiene algo...
¿Será el único juego de la ciudad? Igual es el tango...
El Domingo me tiro en paracaídas, igual es eso.
2.11.05
Más cositas buenas
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1 comentario:
No sé cómo he llegado aquí pero... Jum. Muy de acuerdo ^^
Y esas ceras no tienen nada que envidiar al pixel n_n
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